OBJETIVOS

 PENSAR, SOÑAR Y VIVIR LA MESOPOTAMIA SANTIAGUEÑA

Por el Dr. Osvaldo Peiretti

La utopía en movimiento, construida desde abajo para el desarrollo humano.

Mesopotamia Santiagueña: La definición intencional del lugar a partir de un término singular, se realiza con el propósito de delimitar un territorio para ponerlo en valor en toda su extensión, por medio de lazos solidarios, que permitan la ejecución de acciones recíprocas, tal como han sido concebidas las acciones humanas que han generado la organización de las sociedades a lo largo de la historia.

Según el diccionario de la lengua (RAE)[1], el término Mesopotamia no se encuentra en el mismo, sin embargo propone indagar sobre las palabras mesopotámico o mesopotámica y entonces rescata el significado de la región, en la primera acepción, para definirla en relación con los Ríos Éufrates y Tigris (cuna de las civilizaciones Asiria y Babilónica), y a lo relacionado con los ríos Paraná y Uruguay en la Argentina en la segunda acepción. En mérito a esa realidad, la extensión toponímica a Santiago del Estero, es una construcción que logran los agentes que interactúan en ella, para definirla y particularizarla como una cuestión de identidad que explica la génesis etimológica para definir el área ocupada, vivida y por vivirse entre los ríos Dulce y Salado.

La Mesopotamia constituye una región y en esa dimensión la perciben sus habitantes cuando deciden por consenso adoptarla como explicación identitaria, conducente a la elaboración de un nosotros superador de las individualidades.

La región se explica cómo lo territorial a partir de diversos enfoques. Así, la perspectiva regional, política, cultural o de la nueva geografía regional sostiene que el territorio constituye una unidad geo histórica, un proceso abierto y contingente en el que se puede observar la construcción de sentimientos de pertenencia al lugar y los modos que deciden los grupos sociales para reivindicar su forma de organización y pertenencia a los lugares.

Tomando como base la perspectiva citada precedentemente, surge el enfoque patrimonial. En este caso el territorio es definido como patrimonio, el que es entendido como toda herencia del pasado socialmente valorada. Está compuesto por objetos materiales e inmateriales entre los que se encuentra la música o la gastronomía. La unión de todos ellos reproduce la imagen de la sociedad que los produjo. Es un espacio en el que se desarrollan las actividades humanas en un determinado tiempo. Es, en definitiva un palimpsesto en el que se pueden observar las distintas aportaciones históricas.

Además, el territorio regional, también admite la mirada política institucional en la que se privilegia la escala local para observar el lugar.

En la región mesopotámica se reconoce la existencia de cuatro componentes: Una determinada parte de superficie terrestre, con sus elementos biofísicos. Las territorialidades, es decir las representaciones que portan las personas. La presencia de sujetos, agentes o actores sociales y finalmente, el tiempo que construye, deconstruye y reconstruye el lugar.

Actualmente, por convicción de los realizadores que interactúan horizontalmente, sin jerarquías que puedan distanciar, la Mesopotamia es un amasijo que se está construyendo deliberadamente en el que está presente la voluntad de realizar acciones, para que las mismas acompañen las decisiones. Por eso se destaca la construcción en red de sueños entramados, utopías y revalorizaciones en la búsqueda del buen vivir, que cimiente el estar con el otro, para darle un sentido positivo al tiempo de viaje que significa la existencia, en total armonía con el ambiente natural que se propone preservar para las futuras generaciones.

 

 

 

 

[1] Real Academia Española